El desarrollo de nuevos productos químicos ha permitido mejorar la calidad de vida de millones de personas en las últimas décadas. Sin embargo, algunas substancias sintetizadas en los laboratorios se incorporan a nuestra vida cotidiana sin que tengamos la certeza de que son inocuas para la salud. El bisfenol A (BPA) es un ejemplo de este tipo de productos que podríamos considerar, por lo menos, como sospechoso. Por ello, en ninguna de las botellas de Nalgene se encuentra este producto químico.

 

El origen del BPA

Sintetizado por el químico ruso Aleksandr Dianin en 1891, el bisfenol A fue durante casi medio siglo una substancia sin ninguna utilidad industrial relevante. A principios de los años 1930, el bioquímico británico  Edward Charles Dodds puso a prueba la capacidad del BPA como estrógeno artificial, pero comprobó que, pese a tener efectos hormonales, no podía competir con substancias ya conocidas como el estradiol.

A mediados de 1950, la creciente industria del plástico incorporó el bisfenol A como un complemento muy útil en la fabricación de policarbonato y resina de epoxi. Después llegarían muchas otras aplicaciones, desde revelador para papel térmico (en pequeñas impresoras), y antioxidante en plastificantes, hasta fungicidas y en el recubrimiento interior en latas de comidas y bebidas.

La producción mundial de BPA ronda en la actualidad los 3 millones de toneladas anuales y, aunque es cierto que solo una pequeña proporción está relacionada con productos de alimentación. Diversos expertos han reiterado durante años que los residuos de esta substancia se acumulan en el medio ambiente y los animales, y puede ser un peligro para la salud humana.

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Foto: @Googleimages

 

Las investigaciones sobre los peligros del BPA

Los riesgos potenciales del BPA, especialmente como disruptor endocrino, se conocen desde hace décadas y su utilización está regulada o incluso prohibida en diversos países y en varias aplicaciones -como es el caso de los biberones.

Ahora ha sido la insistencia y tenacidad de la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de la alimentación, del medio ambiente y del trabajo de Francia (ANSES, por las siglas en francés) la que ha hecho posible que el conjunto de Europa conozca y tome medidas sobre los riesgos potenciales del bisfenol A.

Después de seis años de trabajos y expedientes de ANSES, el pasado mes de junio el Comité de Estados miembros de la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA, por las siglas en inglés) decidió incluir el bisfenol A en la lista de “sustancias altamente preocupantes”, debido a sus efectos sobre el sistema hormonal humano. El acuerdo obligará a fabricantes y productores a adoptar nuevas medidas para limitar el uso de este producto y garantizar que no afecta a la salud humana, algo que Nalgene ya cumple al estar libre de BPA.

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El BPA incluido en la lista de “sustancias altamente preocupantes”

Los investigadores de ANSES han identificado durante los últimos años cerca de sesenta sectores de la agricultura, la industria y el comercio en los que se utilizan productos que contienen BPA. El trabajo de esta agencia oficial se basó en la Estrategia Nacional de Interruptores Endocrinos de Francia, aprobada en septiembre de 2011, por la que se recomendaba reducir la exposición de la población a substancias que pueden alterar el sistema hormonal.

Los estudios realizados por ANSES hicieron posible que desde el 1 de enero de 2015, el bisfenol A esté prohibido en Francia en todo tipo de botellas, latas o contenedores de productos de alimentación. En 2012, la preocupación de los expertos de la agencia francesa, con el apoyo de buena parte de la comunidad científica del conjunto de Europa, se concretó en la presentación de una propuesta de revisión de la clasificación de los productos químicos en la que se incluyera la potencial toxicidad reproductiva del BPA.

Han hecho falta decenas de estudios y casi seis años de trabajo para que el bisfenol A ocupe un lugar en la lista europea de “sustancias altamente preocupantes”.